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¿Sabías que Carlos VII de Francia no podía dormir en habitaciones de suelo entarimado, ni cruzar puentes de madera ni comer delante de un extraño?

 

La vida de Carlos VII de Francia fue desde su comienzo extremadamente difícil y complicada. Los desgraciados acontecimientos que tuvo que sufrir durante su vida, unidos a una difícil herencia genética por vía paterna, le marcaron hasta tal punto que se convirtió en una persona profundamente miedosa, de temperamento cambiante, desafiante y envidiosa. Se decía que cuando algún miembro de su círculo había logrado ascenso social, se volvía molesto para él y, aprovechando cualquier cosa parecida a una justificación, arrojaba a dicho miembro hasta lo más bajo disfrutando con su comportamiento abusivo. El solo recuerdo de su infancia y juventud provocaban en él ataques de terror. No soportaba la presencia de extraños llegando al punto de no poder comer en su presencia. 

¿Pero, cuáles fueron esos desgraciados acontecimientos?

Hijo de Carlos VI el loco y de Isabel de Baviera, se convirtió en Delfín de Francia con sólo catorce años a la muerte de sus dos hermanos mayores en extrañas circunstancias. Por esa época, Francia se encontraba sumida en una guerra civil que enfrentaba a la facción de los Armagnacs, liderados por Carlos de Orleans, y a la de los Borgoñones, a cuya cabeza se encontraba su duque, Juan sin Miedo. Ambas partes luchaban por controlar el poder real ante la enfermedad mental de Carlos VI que le impedía gobernar por si mismo. Mientras el rey Carlos VI permanecía en poder de los Borgoñones, el Delfín Carlos quedaba en manos de los Armagnacs.

Con tan solo quince años, el Delfín se vio envuelto en el levantamiento de la ciudad de París (que hasta ese momento había permanecido fiel a los Armagnacs). El populacho abrió la puerta a los

Borgoñones que pasaron a cuchillo a todos los Armagnacs que cayeron en sus manos. Para evitar la captura del Delfín, el preboste de la ciudad le envolvió en una sábana y con ayuda de un puñado de funcionarios, consiguió hacerlo salir de la ciudad.

Año y medio después, el Delfín participó en una reunión entre Armagnacs y Borgoñones en la que se intentaba reconciliar a ambas partes. El ambiente se caldeó en exceso y salieron a relucir las espadas. El resultado: el duque de Borgoña, Juan si Miedo tío del Delfín, murió allí mismo de un sablazo. Su hijo y heredero, Felipe se apoderó del rey loco y firmó un acuerdo con los ingleses que posibilitó la invasión de Francia. Un siglo después, un monje le enseñó al rey Francisco I el cráneo del malogrado duque de Borgoña y le dijo: “Señor, por esta grieta entraron los ingleses en Francia”.

La situación del Delfín no podía ser más lamentable. Después de la extraña muerte de sus hermanos, de tener que huir envuelto en una sábana y de ver cómo asesinaban a su tío, ahora, la firma del Tratado de Troyes entre ingleses y franceses le declaraba hijo ilegítimo y quedaba desheredado en favor del rey inglés Enrique V.  

Nada quedaba ya del antiguo esplendor de Francia y solo un puerto permanecía fiel al Delfín, la Rochela. Allí lo llevaron sus ministros en busca de protección y apoyo pero la experiencia para Carlos sería sumamente nefasta. El Delfín recibió a los nobles afines a él en la gran sala del palacio, pero fue tal la aglomeración de personas que el suelo que era de madera cedió, cayendo todos al sótano del edificio. Los dos nobles que estaban al lado de Carlos fueron encontrados muertos. El Delfín fue rescatado entre decenas de cuerpos heridos enloquecido de terror. Desde entonces, Carlos huía de las ciudades y las aglomeraciones refugiándose en castillos solitarios. Siempre se quedaba en habitaciones reducidas y no podía dormir en cámaras de piso entarimado, cruzar puentes de madera, ni comer delante de un extraño. 

 

 

Fuente:     Wikipedia

    Luis XI, Paul Murray Kendall, ed. Juventud

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