mapa antiguo
mapa antiguo
diezcosasquequieressaber.com
diezcosasquequieressaber.com

Heraldos, los jueces de las batallas medievales

La figura del heraldo resulta especialmente singular desde el punto de vista actual, pero en la antigüedad, y sobre todo durante la Edad Media, desempeñó una labor muy importante en el campo de batalla.

En términos generales, los heraldos forman parte de los oficiales de armas que eran funcionarios al servicio del rey. Realizaban labores de juez en el campo de batalla y actuaban como legisladores del mundo caballeresco.

Dentro de este gremio podemos distinguir a los reyes de armas, los heraldos y los persevantes. Todos son oficiales de armas siendo el de mayor rango el rey de armas, seguido del heraldo y después el persevante.

Casi todos los pueblos europeos de la antigüedad tuvieron sus heraldos, si bien con nombres diferentes pero con funciones muy similares. En el Deuteronomio se puede leer que la ley prohibía a los israelitas atacar una ciudad o un pueblo sin haberles antes ofrecido la paz, lo que no podía hacerse sino por medio de una especie de heraldos a quienes correspondía esta labor.

También los podemos ver en la Ilíada, en donde los oficiales llamados heraldos representaban un papel muy importante. Su carácter era sagrado y Homero los llama divinos, inviolables, grandes y admirables. El primer libro de la Ilíada nos ofrece una prueba indudable del respeto que se les tenía, al leer el modo respetuoso con que Aquiles recibe a los heraldos que Agamenón envió para apoderarse de la joven Briseis. Se confiaban asimismo a los heraldos misiones delicadas y acompañaban a los príncipes en circunstancias difíciles. Príamo, yendo a encontrar a Aquiles, fue solo acompañado de un heraldo. Cuando Ulises envió a dos de sus compañeros para tratar con los lestrigones, les hizo acompañar de un heraldo.

 

Sin embargo fue durante la Edad Media cuando los heraldos alcanzaron su máximo esplendor. Comenzaron siendo simples juglares que fueron poco a poco consiguiendo un estatus distintivo a medida que se les exigía cada vez más conocimientos. 

Todo este ascenso social y cortesano parece deberse, en gran medida, a su importante participación en la Guerra de los Cien Años, la última gran gesta de la Caballería medieval, en la cual actuaron constantemente, sobre todo como mensajeros de guerra y paz, pero también como asesores militares.

Los heraldos cumplían un papel importante : junto con los persevantes, oficiales inferiores a ellos, formaban una especie de colegio de jueces que tenía sus propios estatutos y a cuya cabeza estaba un rey de armas. Para pertenecer a este colegio, se exigían pruebas de nobleza y un conocimiento exacto y profundo de la ciencia del blasón de la que eran examinados. Esta ciencia se llamaba ciencia heráldica, palabra derivada de heraldo puesto que una de las primeras obligaciones de estos oficiales era componer y arreglar los escudos de armas de los nuevos nobles.

Los heraldos estaban obligados a reconocer al instante cualquier divisa heráldica o blasón de cada uno de los participantes en los ejércitos que se enfrentaban en batalla, por lo que se requería un profundo conocimiento de la materia. Estaban especialmente encargados de declarar la guerra y los desafíos. Los soberanos a los cuales se enviaban los solían recibir con cierta pompa. Una declaración de guerra a fuego y a sangre se hacía algunas veces por dos heraldos, uno de los cuales llevaba una espada teñida de sangre y otro una tea o hacha encendida. 

Los oficiales de armas o heraldos debían hallarse siempre en el campo de batalla en los días de alguna acción y desde un lugar elevado observar qué caballeros se distinguían más, para después del combate dar parte al general y redactar en seguida memorias exactas de todo lo que había pasado. Ellos eran también los que tocaban retirada o hacían cesar la acción gritando de parte del rey o del general. Eran asimismo los que distribuían las recompensas militares y los que repartían entre los vencedores los despojos de los vencidos. Por conducto de los heraldos, se reclamaban los prisioneros y después que una plaza había capitulado, marchaban delante del gobernador de la ciudad rendida. La publicación de la paz se hacia también por los heraldos. Para esta ceremonia antiguamente se presentaban coronados de guirnaldas de olivo llevando al mismo tiempo una rama en la mano. Convocaban igualmente las cortes o estados generales y en estas asambleas cuidaban de mantener el buen orden haciendo el oficio de ujieres. Asistían a la consagración y coronación de los reyes y al bautismo y matrimonio de los infantes. Ellos eran también los que anunciaban al pueblo la muerte de los reyes, y se encargaban de su velatorio hasta que se realizaba el entierro.

Zinio for iPad

Presidían siempre los torneos, las justas, los carruseles y los otros ejercicios militares, siendo ellos los encargados de disponer todos los preparativos. Se les enviaba a los países extranjeros para anunciarlos e invitar a los caballeros y escuderos a asistir. En su apertura, proclamaban los nombres, los blasones y las libreas de los combatientes; después les señalaban el lugar que habían de ocupar, teniendo gran cuidado de partir con exactitud el sol, es decir, que favoreciese igualmente a los unos que a los otros. Juzgaban el valor de cada combatiente y señalaban el premio que consideraban que había ganado. En ciertas ocasiones todo lo que caía en tierra dentro de la liza, hasta los mismos caballos, les pertenecía. Cuando no podían aclararse ciertas disputas o determinarse ciertas diferencias o querellas, las viudas y los huérfanos podían reclamarlos como mediadores y en este caso gozaban de un sueldo establecido. El que deseaba ser recibido como caballero debía hacer verificar por ellos su genealogía

Aunque los reyes de armas y heraldos trabajaban para un rey o un gran noble, se consideraba que esta profesión trascendía fronteras y la fidelidad nacional, al basarse en las reglas de caballería. Si bien el heraldo lucía las armas de su señor, se les consideraba ecuánimes y justos por lo que gozaban de inmunidad diplomática y se les trataba honorablemente. Inglaterra contaba con cuatro reyes de armas, el de Lancaster, el de Leicester, el de Irlanda y el de Guyana o Aquitania. En 1417, el rey de armas de Guyana fue nombrado primer rey de armas de la Orden de la Jarretera con autoridad sobre el resto de los heraldos ingleses.

Como ejemplo de su labor, señalar que durante la Guerra de los Cien Años tuvo lugar una de las acciones culminantes de la historia de los oficiales de armas; me refiero a lo sucedido tras la batalla de Azincourt (1415). Los oficiales de armas ingleses y franceses contemplaron toda la escena desde una colina cercana, y acabada la lucha, de incierto resultado, los heraldos franceses reconocieron que las tropas inglesas de Enrique V habían merecido el triunfo. Por lo que pasaron todos ellos, encabezados por Montjoie, primer rey de armas de la Corona francesa, a felicitar al soberano británico. Este les preguntó por el nombre del lugar, y los franceses le dijeron que el castillo cercano se llamaba Azincourt: nombre que ha pasado a la historia para recordar aquellos hechos.

Fuentes:

Ceballos-Escalera Gila, Alfonso de Cronista de Armas de Castilla y León Teodosio el Grande, 12. 40001. Segovia alfonso@ceballos-escalera.es

Juliet Barker, “Agincourt el arte de la estrategia”

Versión para imprimir | Mapa del sitio
© apasionadosporlahistoria.com