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¿Sabías quiénes son los Lolardos?

 

Con este término se designó a los integrantes de un movimiento religioso de finales del siglo XIV y comienzos del siglo XV. Considerados los precursores de la reforma protestante, fueron seguidores de la doctrina del teólogo inglés John Wyclif cuyo principal objetivo era la reforma de la Iglesia. Los Lolardos fueron muy numerosos en la Inglaterra de esa época. 

 

A pesar de que no se conoce el origen del término, se ha propuesto la hipótesis de que derivaría del término en latín “lolium” (tara o hierba dañina). Si es cierto, esto debería haber sido una referencia ofensiva para calificarlos de herejes contra la Iglesia cristiana. Otro término despectivo que se propone para la etimología es el del neerlandés “lollaerd” que significa murmurador. Se ha propuesto también que la palabra lolardo viene del inglés medieval “loller” que significa vagabundo.

Otra hipótesis, mucho más probable, es que venga del nombre de Valter Lollard o Lolhard, un predicador neerlandés que fue martirizado a manos de los partidarios de la Iglesia de Roma en la primera mitad del siglo XIV.

La primera vez que se adjudica este término a los seguidores de Wyclif es en 1382, cuando se les aplicó este mote en público en Oxford. Se usó posteriormente en documentos episcopales en 1387 y 1389 y pronto se hizo habitual para designar al grupo.

 

Probablemente el mejor resumen del Lolardismo en sus primeras etapas se halla en las doce “Conclusiones” que se presentaron al Parlamento y se clavaron en las puertas de la abadía Webminster y de S. Pablo en 1395. 

En ellas, los Lolardos se quejaban de las corrupciones de Roma y de que los religiosos que no deberían ocupar puestos seglares ni acumular riquezas. Se manifiestan en contra del celibato de los clérigos y de las órdenes religiosas.  También en contra del fingido “milagro sacramental” y del poder de la absolución y las falsas indulgencias a cambio de dinero. Llamaban a los sacramentos juegos malabares fraudulentos y declaraban que las peregrinaciones y la veneración de imágenes no estaban muy lejos de la idolatría. 

Para ellos, la transubstanciación (conversión del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Jesucristo en la eucaristía) era un imaginario milagro que conducía a la idolatría; las oraciones por los muertos eran ineficaces, la confesión auricular no era esencial para la salvación, sino una fuente de arrogancia sacerdotal y de permisión para el pecado. La guerra era contraria al Nuevo Testamento y causa de muerte y pillaje para los pobres y el arte era innecesario y conducía al lujo y la extravagancia.

 

La actividad de los Lolardos durante los primeros treinta años del siglo XV fue enorme sobre todo en Inglaterra y su influencia se extendió por lugares que no habían sido afectados al principio. El este del país se convirtió al lolardismo y permaneció durante mucho tiempo como centro del mismo. 

Al principio, contaba con el beneplácito de la realeza. Juan de Gante, padre de Enrique IV, había sido mecenas de John Wyclif, el teólogo de este movimiento. 

En 1382 el arzobispo de Canterbury, exhortó al parlamento a tomar medidas contra los "sacerdotes pobres" (nombre por el que se conocía a los religiosos seguidores del lolardismo), a quienes se acusó de desobediencia a sus superiores eclesiásticos, de provocar la hostilidad entre las clases y de propagar la herejía, pero no contó con el apoyo de la monarquía. El 31 de diciembre de 1384 murió Wyclif, pero el movimiento que él había inaugurado vivió y creció.

Mientras tanto, las autoridades eclesiásticas inglesas se esforzaban en reprimir el movimiento. En 1407, un sínodo celebrado en Oxford presidido por Arundel, arzobispo de Canterbury, emitió una serie de decretos para regular la predicación, la traducción de las Escrituras y la educación teológica en las escuelas y en la universidad. Un cuerpo de censores de Oxford condenaron en 1410 no menos de 267 proposiciones recogidas de los escritos de Wyclif y finalmente, en el Concilio de Constanza en 1415, se les declaró formalmente herejes.

Durante el reinado de Enrique V, el líder del movimiento lolardo fue Sir John Oldcastle, comúnmente conocido como Lord Cobham por su matrimonio con la heredera Cobham. Oldcastle era un notorio lolardo desde hacía mucho tiempo. Su posición y riqueza y sobre todo su amistad con Enrique IV, le protegían especialmente contra el arzobispo Arundel.

 

Por este motivo no se procedió contra él hasta 1413. Después de muchas vacilaciones, durante el reinado de Enrique V (pues también era amigo de este), fue arrestado, juzgado y sentenciado como hereje. Encarcelado en la Torre de Londres, se escapó y organizó un levantamiento en las afueras de Londres en 1414. El joven rey suprimió personalmente el movimiento, pero Oldcastle logró escapar de nuevo, permaneciendo oculto durante un tiempo y al parecer propiciando algunos levantamientos esporádicos especialmente durante la ausencia del rey Enrique en Francia. Por fin fue capturado en la frontera occidental, condenado por el Parlamento y ejecutado en 1417. Su actividad y personalidad dejaron una gran impresión en sus contemporáneos y sus  seguidores pusieron en él una confianza fanática. 

Después del fallecimiento de Oldcastle, el movimiento comenzó a declinar. Sus seguidores fueron disminuyendo en número e importancia, aunque las actas de los tribunales episcopales muestran que siguieron sobreviviendo en sus antiguos centros: Londres, Coventry, Leicester y el este del país. 

 

El aumento de detenciones por herejía de los Lolardos en tiempos de Enrique VII se debió probablemente a la renovada actividad de los obispos en tiempos de paz, más que a un renacimiento del propio movimiento. Pero sí que se dio ese resurgimiento bajo el reinado de Enrique VIII, ya que en un mismo día fueron quemados dos herejes en 1511, y diez años más tarde, muchos fueron encausados en sus lugares de origen y hubo algunas ejecuciones.

Aunque el Lolardismo permanecía vivo “conquistado pero no extinguido”, como dijo Erasmo en 1523, los días de su popularidad habían pasado hacía ya tiempo y sus mártires apenas llamaban ya la atención. No se puede decir que este movimiento de herejía inglesa haya aportado mucho a la marea protestante que vino posteriormente del continente. Sin embargo, si dio testimonio de la existencia de un gran descontento hacia los poderes eclesiásticos  y puede haber preparado el terreno para la posterior revuelta religiosa , aunque no haya prueba de que ninguno de los primeros y más prominentes reformadores hubieran sido Lolardos antes de ser protestantes.

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